Mi vocación nace en el vientre de mi madre, escuchando el sonido opaco de otros acelerados corazones ilusionados por nacer, escuchando a otras madres gemir en sus partos mucho antes de escuchar y vivir esa experiencia como hija.
Mi formación no se encapsula en los 18 meses tras los que me regalaron el título en Londres, sino que es una amalgama de múltiples momentos de mi vida. De conversaciones con mis padres, de libros que leí sobre el tema antes de llegar a la mayoría de edad, del enfoque con el que veía el embarazo, el parto y la crianza en las películas, de los partos en casa que vi o escuché mientras jugaba con les* que pronto se convertirían en hermanes mayores.
Tomé decisiones, como empezar la carrera de medicina, sacarme el título de enfermera y después el de matrona, presionada por una sociedad con titulitis. Una sociedad a la que le importaba más el resultado de un examen sobre cualquier otro tema que la vocación. Una sociedad que buscaba uniformizar el aprendizaje, formar a todes igual, fomentar las mismas creencias, los mismos protocolos…
Aunque muches compañeres de formación no lo habrán percibido igual que yo, para mi estudiar en Inglaterra (y sé que en España había sido peor) significó ver escenas de manipulación verbal a personas embarazadas y de parto y tener que callar, ver situaciones que no fomentaban en absoluto la fisiología y la sensación de intimidad y tener que tragar con intervenir por «falta de progreso»… Para mí significó formarse desde la patología, el control y el miedo de una obstetricia con lentillas de paternalismo, patriarcado y desconfianza en el cuerpo de la mujer.
Una parte de mi agradece ese título que me dio el respaldo para empezar a trabajar bajo mis propios principios, soltando poco a poco el lastre de tantos miedos inculcados, y otra parte de mi sabe que lo que yo hubiera realmente deseado es formarme siendo aprendiz de partera, formarme fuera del hospital, empaparme más de confianza en mi cuerpo de mujer, conectar con esa sabiduría femenina que combina el mundo de afuera con el mundo de adentro. Gestar, parir y criar a mis hijos está siendo el mayor aprendizaje de conexión con mi útero, mi intuición y la óptica con la que miro el mundo.
Quiero que haya gente que pueda formarse así en este rincón del mundo, quiero que se reconozca el aprendizaje no institucional, quiero que guiemos nuestro aprendizaje con ilusión, quiero una sociedad para mis hijes donde el aprendizaje no se encarcele en instituciones, ni se hegemónice por colectivos, ni sea restringido para el total de la sociedad. Quiero que el conocimiento sobre embarazo, parto, postparto y crianza llegue en abundancia a todo aquel que le interese, quiero que nos reapropiemos juntes de gestar, parir y criar en salud… como siempre fue, desde lo social.
Gracias compañeras PartEres, es un honor ser parte de esta revolución a vuestro lado.
Llanera, Julio 2018