Javi

Tiempo para la vida.

Permacultura y ecofeminismo pusieron en orden y encaminan mis intuiciones profundas.
Vidas que merezcan ser vividas, atendiendo a los límites biológicos de este planeta nuestro, valorando las relaciones desde la cooperación y no la competencia, y priorizando las tareas de reproducción sobre los trabajos de producción.

Llegó un momento en el que no concebía los discursos que no fuesen transformados en hechos en la propia vida. Y para hacerlo no me quedó más opción que responsabilizarme de mis propias decisiones en el camino hacia el empoderamiento vital.

Dejé el entorno urbano con sus ritmos y rutinas insostenibles (humana y materialmente).
El camino de (re)conectarme con los tiempos cíclicos de la vida, tan alejados de la linealidad de nuestra cultura ‘moderna’, me condujo a meter las manos en la tierra, a acercarme a los procesos de vida y muerte que se dan continuamente en la naturaleza.

A aprender que la vida va más lenta, no necesita correr.
No tiene prisa, se abre camino.
A valorar la diversidad en los grupos humanos y entender que si bien los conflictos son inevitables, está en nuestras manos usar herramientas para encauzarlos en base a la escucha y el respeto y salir de ellos con más y mejor energía.

La pequeña cuadra de vacas que convertimos en casa mano a mano, piedra a piedra, madera, barro y paja, se transformó en mucho más.
Fue el nido en el que nació Yune en un parto autogestionado. Una noche oscura de intensa intimidad.
Descubrí sin tapujos la fuerza desgarradora de dar vida. El poder de mi compañera. La sabiduría de la naturaleza personificada en cuerpo de mujer.
Aprendí a sostener cada instante del proceso, a mantener plena atención en cubrir las necesidades previamente pactadas o propias del momento y desde la discreción y el cariño saber leer los gestos y expresiones para estar disponible.

Fue un parto sin asistencia presencial de profesional médico, pero no fue un parto en el que estuviésemos solas. No lo fue en la preparación, ni en el proceso, ni en el postparto. Amigas de corazón estuvieron con nosotras y el grupo de PartEres junto con quien terminamos de formarnos y convencernos de que la vida no se vive con intermediarios. Y dar vida tampoco.

Quizá no podría haber sido de otra forma según el camino que llevábamos recorrido, pero fue un proceso intensivo el de poner en practica estados mentales de empoderamiento y vencer dudas y temores inculcados.
Descubrir que un parto (normal) nada tiene que ver con lo mostrado en las películas ni nada que ver con los hospitales.
Que el dar a luz no es una patología que tiene que gestionar ningún personal médico.
Que el parto es un proceso fisiológico, no una extracción hecha a pesar y en contra del cuerpo de la mujer (y personas con útero).

Estas y otras muchas razones me vinculan a este proyecto subversivo, para aprender viviendo y ofrecer mi acompañamiento desde ese yo en constante aprendizaje y transformación.
Si deseas dar vida sin intermediación, no estás sóla. PartEres.

                                                                                                   Bospolín, Cabranes. Octubre 2018