Entendemos por postparto ese periodo en el que, tras la llegada del nuevo ser, le gestante se transforma en madre y se crea familia, equipo o comunidad con otres. En esta fase aparecen todas las expectativas idealizadas que hemos ido construyendo desde la infancia sobre las diferentes etapas de nuestra vida.
Socialmente las personas hemos sido adoctrinades y aconsejades sobre cómo debemos ser y sentir en función de nuestro sexo, cultura, estatus social… El conflicto aparece cuando lo que se nos exige desde fuera no concuerda con nuestros verdaderos sentimientos.
La sociedad exige de forma encubierta que le recién paride sea capaz de todo o, idealmente, de forma conjunta con su compañere. Precisamente se le exige esto en un momento en el que, física y psicológicamente, no tendría qué ocuparse de nada más que de estar con le bebé y reponerse del proceso del parto, asumiendo su nueva identidad y asimilando todo lo vivido.
Los tremendos procesos fisiológicos y emocionales que se desatan durante esta etapa generan gran cantidad de traumas y secuelas que la sociedad no reconoce ni atiende. Entre otras causas, porque la producción económica se valora muy por encima del cuidado de las personas. Por este motivo, la duración de las bajas por ma-paternidad es corta ya que no se tiene en cuenta toda la atención, esfuerzo y constancia que supone cubrir las necesidades del nuevo ser.
La maternidad no es una época de facilidad, disfrute y vacaciones laborales si no un momento donde quienes crían tienen una necesidad real de contar con una red de apoyo en este proceso de grandes cambios. Esta figura permite a les madres compartir su experiencia durante el puerperio y sacar a la luz todo tipo de frustraciones y agobios.
En un sistema que invisibiliza toda esta realidad, la red escucha, acompaña y normaliza lo que le madre necesita expresar evitando así que se sienta incomprendide, culpable o abandonade.
Octubre 2018